Son dos cuestiones vitales para que nuestros hijos puedan desarrollarse como adultos sanos capaces de lograr lo que se propongan.
A veces madres y padres amamos a nuestros hijos y queremos darles todo y tratamos de protegerlos de todo.
Pero evitando que se esfuercen, que trabajen, que enfrenten por sí mismos los retos y dificultades, en lugar de hacerlos felices, los afectamos en su seguridad y confianza de poder hacerlo.
Muchos papás que fueron criados bajo una enseñanza autoritaria, demasiado inflexible, no quieren que sus hijos pasen por las situaciones que ellos pasaron de chicos y se esfuerzan por alejarlos de todo malestar, es algo lógico y esperable.
¿Cómo encontrar el equilibrio? ¿Cómo no pasar a una crianza demasiado permisiva, carente de límites o normas de convivencia familiares y sociales?
A veces por evitar que los chicos pasen por cualquier situación estresante o frustrante, los padres “hacen por ellos”, privándolos de la gran oportunidad de enfrentarse a situaciones que los ayuden a desarrollar habilidades que necesitarán para su vida.
A medida que los chicos van creciendo es importante ir dándoles un espacio para que puedan ir desarrollándose. Crearles responsabilidades en la medida de sus posiblidades, para que puedan dar los primeros pasos hacia su progresiva independencia, los papás somos los que tenemos que ir abriéndoles ese camino.
Cuando les permitimos que empiecen a bañarse y a vestirse solos, a ordenar su cuarto, a guardar sus juguetes, a hacer sus camas, a lavar vajilla de plástico, etc… estamos colaborando en el proceso de desarrollo de su autonomía, así ellos también tienen un rol para cumplir en la casa.
Si no les vamos brindando las posibilidades de valerse por sus propios medios, tampoco podemos esperar que lo hagan en forma inmediata, de un día para otro cuando crecen.
Es un proceso, hay que ir paso a paso y el adulto tiene que acompañarlos e ir “entrenándolos” para que en el futuro puedan enfrentar el mundo con mayor seguridad y mejores herramientas.
Con las mejores intenciones si los sobreprotegemos y los consentimos, cuando se conviertan en adolescentes y adultos pueden tener dificultades, sentir angustia ante las responsabilidades que no puedan eludir, o que no quieran asumirlas y busquen evitarlas.
Evitar “sobreprotegerlos” les permite pasar por sus propias experiencias y crecer!