No es fácil para un chico la llegada de un hermanito. Pocos hitos en el desarrollo de un ser humano provocan más conmoción. Nada resulta comparable. Un niño no es consciente de su temporalidad, ni de lo transitorio de sus roles. ¡Era el centro de la casa hasta que llego este bebé!
¿Cómo ayudar a nuestros hijos? ¿Qué hacer?
Para poder comprenderlos lo primero es ponernos en su lugar. Las recomendaciones acerca de respetar sus espacios, sus rutinas y otras consideraciones parecidas son útiles, lo que no es útil es pretender que amen a su hermano a toda costa. Es difícil aceptar en nosotros mismos los sentimientos ambivalentes de amor-odio, celos o rabia, pero sólo reconociendo que existen pueden ser expresados sin culpa y a la vez poder mostrar el orgullo y la alegría que por otro lado también trae la llegada de un hermano.
Si podemos acompañarlos en sus emociones con comprensión, los habremos ayudado en la relación que tendrán en el futuro no solo con sus hermanos sino también en los vínculos futuros con los demás, de chico y también de adulto.
Es muy importante aprender a competir y a compartir el mundo. La llegada de un hermano es lo mejor que puede ocurrirnos, aunque lo descubramos tarde, a los hijos únicos les suele costar más ser tolerantes, hacerse un lugar sin empujones…
Los hijos segundos vienen a un mundo ya compartido, al llegar no saben de que se trata, pero se encuentran con pequeños maestros con los que aprenden rápidamente.
Los hermanos crecen juntos y comparten los padres, pueden tener diferencias, discutir, pero es un trabajo para los papás generar un buen vínculo entre ellos y si se logra, esta hermandad, este apoyo, será un valor del que podrán disfrutar y que la vida les mostrará más adelante.