Cuando se habla de crianza, siempre se habla del sueño infantil como una de las dificultades más inquietantes y conflictivas que viven los papás a diario. “A dormir se aprende”, dicen algunos, “salió dormilón como el padre”, opinan las mamás, aludiendo al factor genético como definitorio en esta cuestión.
Lo cierto es que en algún momento de la vida, los chicos “no nos duermen” como queremos, nos da fastidio e impotencia y nos lleva a probar toda suerte de métodos para terminar con “la peor de las torturas: no dormir”. Veamos cómo suele ser el sueño en las diferentes etapas infantiles y cómo ir modificando los trastornos del sueño y del vínculo.
“DUERME DE DÍA Y LLORA DE NOCHE”
Durante las primeras semanas de vida casi todos los bebés tienen “el sueño cambiado”, duermen más durante el día que durante la noche. Si bien los papás suelen estar alertados de que les sucederá, “vivirlo” los angustia y los “desubica” más de lo que esperaban. Poco a poco la situación va ir mejorando en forma natural y es totalmente normal.
“¡YA TIRA CINCO HORAS SEGUIDAS!”
Alrededor de los 3 ó 4 meses de vida los bebés comienzan a tener “tirones más largos”, llegan a dormir entre cuatro y cinco horas sin despertarse; es el momento en que los papas podrían ya pasarlos de habitación; el traslado del bebé a su propio cuarto mejora aún más la posibilidad de extender los períodos de sueño y permite rearmar la intimidad de la pareja.
“EL MÍO DUERME TODA LA NOCHE”
Entre los 6 y los 7 meses de vida, llega “el gran momento”: nuestro bebé ¡duerme toda la noche!. Creció y ya no necesita interrumpir el sueño para alimentarse y puede descansar durante seis o siete horas seguidas. Es importante tener en cuenta este dato, porque en muchos casos, por ignorancia o impaciencia, las mamás les dan de comer a sus bebés ni bien ellos dan señales de despertarse, en lugar de esperar a que vuelvan a dormirse solos y a adquirir el hábito.
“LE CUESTA DORMIRSE Y NO PARA DE LLORAR”
Los clásicos trastornos del sueño suelen aparecer entre los ocho y nueve meses de vida, coincidiendo con la “angustia del octavo mes”. En esta etapa los chicos perciben que “ya no son lo mismo que mamá”, comienzan su proceso de diferenciación y lo expresan con angustia, no son tan simpáticos como antes y están muy demandantes. En esta etapa también puede afectarse el sueño, no quieren separarse de sus papás para ir a dormir o se despiertan muchas veces requiriendo su presencia.
“YA APRENDIÓ A DORMIR SOLITO”
En los años que siguen los chicos ya aprenden a dormir toda la noche y en sus camas “desde el principio hasta el final”. Claro, hay casos en que algunos chicos continúan con las típicas excursiones nocturnas a la cama de los papis, dando lugar a veces a un verdadero “caos nocturno”. Cada familia tiene sus tiempos y sus posibilidades de aceptar, manejar y/o modificar esta situación, en algunos casos la aceptan y se resignan y en otros les resulta conflictiva, agobiante y desean modificarla y ordenarla.
El profesional puede intervenir y ayudar en caso que esté planteada la necesidad. Por suerte, estas situaciones duran poco tiempo dado que “los chicos crecen y no entran todos en la cama”.
“LE CONSULTÉ AL PEDIATRA Y ME DIJO QUE… ”
A la hora de dar algunos consejos a modo general hay que decir que:
- Es recomendable cambiar a los bebés de habitación entre el tercer y cuarto mes de vida, estando solitos, pueden llegar a dormir mejor. Acostarlos en su cuna o cama aún despiertos y a punto de dormirse aunque sigamos en contacto con caricias o cantándoles…(excluimos en este ejemplo a los bebes durante los primeros meses de vida).
- A medida que los bebés crecen, intentar no darles de comer durante las noches, para que vayan adquiriendo el hábito de dormir de corrido.
- Que la cama de los papás se transforme en familiar, tiene sus ventajas y desventajas, es una decisión de cada familia y va variando en las distintas etapas. Algunos papas disfrutan de estar en la cama todos juntos en contacto, pero a veces puede ser agotador y atentar a la necesidad de estar solos y/o a la a intimidad de la pareja.
Como siempre, recomendamos charlar estos temas con el Pediatra, para alcanzar la solución más adecuada a cada familia en particular.